Recibí este correo de una persona muy bien intencionada:

El 16 de julio de 2009 07:36, ***********; escribió:
>
> Un día Satanás y Jesús estaban conversando.
>
> Satanás acababa de ir al Jardín del Edén, y estaba mofándose y riéndose
> diciendo:
>
> Si Señor. Acabo de apoderarme del mundo lleno de gente de allá abajo. Les
> tendí una trampa, usé cebo que sabia que no podrían resistir.
> Cayeron todos!
>
> ¿Que vas a hacer con ellos? Preguntó Jesús.
>
> Ah, me voy a divertir con ellos. Respondió
> Satanás. Les
> enseñaré como casarse y divorciarse, cómo odiar y
> abusar uno del otro, a beber
> y fumar y por supuesto, les enseñaré a inventar
> armas y bombas para que
> se destruyan entre sí. Realmente me voy a divertir!
>
> ¿Y qué harás cuando te canses de ellos? Le preguntó Jesús.
>
> Ah, los mataré. Dijo Satanás con la mirada llena de odio y orgullo.
>
> ¿Cuánto quieres por ellos? Preguntó Jesús.
>
> Ah, tu no quieres a esa gente. Ellos no
> son buenos. ¿Por qué los querrías tomar.. Tu los tomas y ellos te odian.
> Escupirán a tu
> rostro, te maldecirán y te matarán. Tu no quieres a esa gente!!
> ¿Cuánto? Preguntó nuevamente Jesús.
> Satanás miró a Jesús y sarcásticamente respondió:
>
> Toda tu sangre, tus lagrimas, y tu vida.
>
> Jesús dijo:
> HECHO!
>
> Y así fue como pago el precio.
>

Aquí está la respuesta que le envié:


Fue Dios mismo, el padre, quien puso el precio del RESCATE del mundo, pues el mundo estaba condenado al infierno (Él mismo nos condenó). No somos, ni fuimos jamás, propiedad de Satanás; él mismo es propiedad de Dios TODO-PODEROSO.

NADA HAY EN EL CIELO, EN LA TIERRA NI DEBAJO DE LA TIERRA, QUE ESCAPE DE SU GOBIERNO, el cual ejerce incluso por mano de los que lo aborrecen (incluido Satanás).

La trampa de Satanás no fue para adueñarse de nosotros, sino para enemistarnos a nosotros con Dios (y en consecuencia con todo lo que Dios ha creado). Es por ello que por naturaleza estamos condenados al infierno, no por «portarnos mal», sino porque somos enemigos de Dios (es porque somos enemigos de Dios que nos «portamos mal»), y siendo, como somos (aún cuando seamos sus enemigos), propiedad suya, Él tiene todo el derecho de destruirnos, ignorarnos, o (como ha hecho) condenarnos al sufrimiento ETERNO (no terrenal; esto no es nada comparado a lo que vendrá en la eternidad), el infierno.

Por ello, Jesucristo no «negoció» con Satanás el precio de nuestro rescate. Pues Jesucristo es Dios mismo, fue Él quien puso precio al rescate, pues se Él el dueño de TODO lo que existe (incluida nuestra «dignidad humana» y nuestros «derechos humanos»).

Cuando en la Biblia dice que Él nos compró con su sangre, no significa que fuéramos propiedad de Satanás, sino que eramos reos de (o sentenciados a) muerte, y su rescate es de la condenación a muerte eterna por nuestros pecados. Lo que la Biblia dice es que estamos bajo el poder de la muerte por causa del imperio del pecado por medio del cual Satanás gobierna. Pero ello no implica que seamos propiedad de Satanás, sino que estamos bajo su dominio y autoridad, así como un mayordomo puede ejercer dominio y autoridad sobre los bienes (y personas) que le han puesto a disposición para administrar (recordemos que en la misma época en que se escribió esto en la Biblia, un gobernante romano no hacía con su provincia lo que quería, sino lo que el Cesar —el emperador, el dueño— le permitía o le ordenaba hacer); la Biblia dice que Satanás es el príncipe de este mundo, no su dueño. Un príncipe, por más autoridad que tenga, siempre está bajo el dominio y autoridad del rey, quien es el verdadero dueño del reino y a quien el príncipe responde.

Además, en la Biblia hay un ejemplo de dicha relación entre Dios y Satanás. Dicho pasaje se encuentra en el libro de Job, y es más clara y evidente en los primeros dos capítulos [<a href="https://www.biblegateway.com/passage/?search=Job1:6-2:10&version=42">Job1:6-2:10], donde Dios prohíbe a Satanás, primero, tocar y, después, matar a Job.

—¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a cambio? 10 ¿Acaso no están bajo tu protección él y su familia y todas sus posesiones? De tal modo has bendecido la obra de sus manos que sus rebaños y ganados llenan toda la tierra. 11 Pero extiende la mano y quítale todo lo que posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! 12 —Muy bien —le contestó el Señor—. Todas sus posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas la mano encima. [<a href="https://www.biblegateway.com/passage/?search=Job1:10-12;&version=42&">Job 1:10-12]

4 —¡Una cosa por la otra! —replicó Satanás—. Con tal de salvar la vida, el hombre da todo lo que tiene. 5 Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! 6 —Muy bien —dijo el Señor a Satanás—, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida. [<a href="https://www.biblegateway.com/passage/?search=Job2:4-6;&version=42&">Job 2:4-6]

Así vemos que incluso para hacer con las cosas bajo su poder y autoridad él DEBE pedir permiso a Dios.

Más adelante en el mismo libro vemos cómo se describe a Dios como dueño de TODO, y que no necesita pedirle permiso a nadie ni hay quién le cuestione sobre lo que hace con su creación… su propiedad.

Además, Cristo no pagó sólo con derramar el líquido que fluye por sus venas, sino con el castigo del sufrimiento del infierno: ser separado de Dios mismo. Dicha separación fue lo que le hizo gritar: «Eli, Eli ¿lama sabactani?», «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has desamparado?» {<a href="https://www.biblegateway.com/passage/?search=Job1:10-12;&version=42&">Mateo 27:46 y Marcos 15:34; compárese con Salmo 22:1}, ANTES de morir. No dijo «¿por qué me has dejado llorar?», ni «¿por qué has dejado que me desangre?», ni siquiera «¿porqué has dejado que muera?»; ¡NO!, su consternación era porque la presencia de su padre, de la cual SIEMPRE (eternamente) había disfrutado, de pronto lo abandona (palabra que se utiliza en el Salmo 22:1 antes citado). ¡ESE ES EL CASTIGO ETERNO!, la separación total y absoluta de Dios,cosa que aún para Dios mismo (en la persona de Jesús Cristo) es terrible.

¡De eso nos ha salvado, y ese fue el pago que Dios mismo exigía, y ese fue el pago que Dios mismo pagó!