He escuchado muchas veces a la gente hablar de la «paz interior», en muy diversos contextos y situaciones. Hablan de la paz interior de los hombres (y mujeres) que, actuando bien, no sienten ningún remordimiento por su vida pasada o presente. También lo he oído mencionar en el sentido de «Yo hice lo que siento (creo, pienso, imagino, alucino, me fue revelado, etc.) que es correcto; si a los demás no les agrada, es problema de ellos». En muchas más ocasiones, a lo que se refieren es a un estado de iluminación tal que ya no hay culpa en él/ella.

El problema es que ninguna de las tres personas anteriores está aislada en el mundo; de hecho, la razón por la cual dicen o aseguran estas cosas es porque las están diciendo o asegurando a alguien más (las persona que los rodean, a Dios, su dios, o el remordimiento) quien no lo deja en paz. Básicamente, lo que estoy diciendo es que nadie que asegure estas cosas de modo absoluto está diciendo la verdad (1 Juan 1:8,10), pues está en conflicto con alguien (puede ser consigo mismo) y ello le causa un conflicto interno —probablemente que su voluntad no es obedecida. Obviamente, quien tiene un conflicto no está en paz.

En consecuencia, quien dice tener «paz interior» cuando todo a su alrededor es caos, está cortando toda comunicación, relación y responsabilidad con el resto del mundo. Me recuerda una canción de Maná que dice: «Me vale, vale, vale; me vale todo»; si escuchamos la letra entera de la canción, podremos darnos cuenta que el autor está en conflicto con casi todos los que lo rodean, incluidos sus familiares, su parentela y sus amigos. Esa actitud sólo pretende crear una burbuja en la cual refugiarse y poder hacer su propia voluntad sin el estorbo de los demás.

Si no se está en paz es porque hay más de una voluntad deseando ser obedecida y, como ya mencioné, ahí hay pecado.

Cristo NO nos llama a estar en paz, sino sólo con Dios (Mateo 10:34). Si hay pecado en nosotros, nos llama a NO estar en paz con nosotros mismos a causa de nuestro pecado, sino con Dios, buscando Su perdón (Romanos 5:1; 1 Juan 1:8-10). Si hay pecado en los demás, Cristo no me llama a estar en paz, sino a predicar a Cristo, aunque ello implique meterme en problemas por Su nombre (Mateo 18:15-20; Mateo 5:10-12); Cristo mismo me dijo que en este mundo sus discípulos padecerían aflicción (Juan 16:33), no que estarían en paz con todos ni consigo mismos.

«La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.» (Juan 14:27)